El rosarino Hugo Acuña tenía 27 años cuando, en soledad y desde la oscuridad de una habitación, dijo basta. Después de siete años de encierro decidió pegar un volantazo y enderezar el rumbo de su vida.
Su sueño excede fronteras. Ahora quiere llegar a la competencia más difícil del mundo: el Spartathlón.